lunes, 3 de octubre de 2005

Enfermos, minusválidos ... genios (I)


Swift Goya

Pope Schumann


Jonathan Swift (1667-1745). Escritor político y satírico anglo-irlandés.

El autor de la inmortal "Los viajes de Gulliver" sufrió el síndrome de Ménière que le provocaba mareos y sordera; finalmente acabaría internado en un manicomio por "pérdida de memoria y de sentido". En sus obras deja ver un carácter amargo y huraño provocado por la enfermedad, como la propia "Los viajes de Gulliver" (1726) o en "Una humilde propuesta" (1729) donde propone que los niños irlandeses pobres podían ser vendidos como carne para mejorar la dieta de los ricos, pues con ello se beneficiarían todos los sectores sociales.

Francisco de Goya (1746-1828). Pintor y grabador español.

Si hubiese muerto en 1791, antes de enfermar, le consideraríamos un magnífico pintor para su siglo, pero no el genio que ahora conocemos.
En 1792 Goya sufrió una enfermedad extraña y repentina que le dejó temporalmente ciego y permanentemente sordo. Aunque jamás se produjo un diagnóstico definitivo, abundan circunstancias que indican la posibilidad de envenenamiento, método frecuentemente empleado en aquella época por los agentes británicos para deshacerse de sus enemigos. Wolfgang Amadeus Mozart, genio musical y campeón de la causa republicana en Alemania, había muerto un año antes de una "enfermedad" igualmente enigmática.
El cuadro clínico es complejo. Goya sufre vértigos, acúfenos e hipoacusia. Se encuentra en un estado estuporoso, con alucinaciones y delirios. Como consecuencia desarrolla una depresión. Su aspecto general se deteriora profundamente y adelgaza de forma llamativa.

Alexander Pope (1688-1744). Poeta inglés.

Desde su juventud sufrió de varios problemas de salud, incluyendo el Mal de Pott (una forma de tuberculosis que afecta la columna vertebral), que deformó su cuerpo y atrofió su crecimiento, lo cual ayudó sin duda a que muriera a la edad relativamente temprana de 56 años (en 1744). Nunca creció por encima de los 1,37 m.
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Robert Schumann (1810-1856). Compositor alemán.

Tuvo que dejar su carrera de pianista y dedicarse a componer música debido a una lesión irreversible que le paralizó la mano derecha.
A los 23 años, en 1833, trató de quitarse la vida. Siete años más tarde, vivió una de sus épocas más felices y creativas. En 1844, cayó de nuevo en la más profunda depresión. Cuatro años después, volvía a estar alto, es decir, en otra etapa de euforia. Y en 1854 trató de suicidarse otra vez tirándose al río Rin, aunque le rescataron. Entonces fue internado en un psiquiátrico donde murió dos años después de una inanición que él mismo se impuso. Estos altibajos describen la enfermedad maníaco-depresiva, más conocida como bipolar por el hecho de arrojar al individuo desde la apatía más absoluta hasta la genialidad.

8 comentarios:

Palanqueta dijo...

Tendré que acostumbrarme a la más absoluta normalidad .

Ojalá nos quden más genios en la recámara.

Señora Palanqueta

Pipero dijo...

En cierta forma, la definición del transtorno bipolar sugiere lo común a todos ellos: pasar de un extremo a otro, de la genialidad a la enfermedad y la postración.

Anónimo dijo...

Hola! Espero que no te moleste (si te molesta lo quito), pero he escrito un post sobre tumbas de personajes famosos y he puesto un link a tu blog, a propósito del que pusiste sobre Pere-Lachaise. Saludos!

Anónimo dijo...

palanqueta: afortunadamente quedan muchísimos genios en la recámara.

pipero: es cierto lo que dices pero lo que más llama la atención es que casi siempre es antes la enfermedad que la genialidad, el sufrimiento que la inspiración

rosa: encantado de conocer más necro-fans! ;-)

Pipero dijo...

Si es así, en un poco deprimente, no?

Anónimo dijo...

quieres decir que lo es?, a mí me parece fascinante esa relación ... quiero decir que es como una compensación a ese dolor ... no sé ...

Pipero dijo...

Viéndolo así... es un "quid pro quo", no?

juan antonio bermúdez dijo...

Perdón por meterme en la conversación Particularmente, soy más de la opinión de que el calor o el frío no conducen a un determinado arte. Más fácil me parece que un determinado arte conduzca a veces al frío o al calor. Es cierto, de todas formas, que la creación puede ser la respuesta a un estímulo, como el estímulo del dolor. Pero no hay que olvidarlo, hay dolores que incapacitan, que anulan, que no pueden tener nada de experiencia catártica desde la que surja el arte porque sencillamente detrás de ellos solo está el vacío de la muerte. Ningún dolor es deseable, ni siquiera el de los artistas.