viernes, 26 de mayo de 2006

Identidad

Weronika vive en Polonia, tiene una voz deliciosa y problemas cardíacos. Siempre se había sentido acompañada por alguien a quien no conocía. Una vez pudo ver a esa compañera subir a un autobús de turistas en Varsovia.
Véronique vive en París, ama la música y su corazón le ha dado más de un susto. Una vez se sintió, de repente y sin saber por qué, vacía. Cuando tiempo más tarde y por casualidad vio en una de sus fotos de un viaje por el este de Europa a Weronika lo comprendió todo y la lloró desconsoladamente.

Tertuliano Máximo Alfonso es profesor de Historia en un instituto. Un día, viendo una película de serie B que le recomendó un profesor de Matemáticas descubrió que no era único, que no era original: vio a Antonio Claro. Desde entonces se obsesiona por encontrarlo. Se siente atacado a su identidad. Él y su alter ego se desprecian, se temen, se sospechan …

Quizás Tertuliano pudo haber viajado a Polonia para desconectar de su trabajo. Allí pudo conocer a Weronika y enamorarse profundamente.
A nadie sorprendería que su sosias, Antonio, cayera rendido a los encantos de Véronique cuando la conoció durante un rodaje en París.
Y Weronika murió.
Tertuliano, caído en una profunda depresión pasa su tiempo tirado en un sofá viendo películas de serie B. Un día se ve a sí mismo interpretando a un recepcionista de hotel en una de esas películas. Comienza a investigar, impulsado por un presentimiento que le acompaña día y noche.
Cuando localiza a Antonio, le espía frente a su casa. Al cabo de dos días, sentado en su coche aparcado en la acera de enfrente, se ve a sí mismo saliendo del portal de la casa que vigila, agarrando por la cintura a su mujer ya fallecida y aun llorada.
Arranca el coche … llora y sonríe … se pregunta si puede existir mayor felicidad que la de tener noticia al mismo tiempo que tanto su persona más amada como uno mismo no están muertos, como él creía: una en cuerpo y los dos en alma.

lunes, 22 de mayo de 2006

Frases y fragmentos ... (VIII)

... de lecturas más o menos recientes.


Nothomb Baudelaire Da Vinci


"¿Cómo quiere que un escritor sea púdico? Es el oficio más impúdico del mundo; a través del estilo, de las ideas, de la historia, de las investigaciones, los escritores no hacen otra cosa que hablar de sí mismos, y además con palabras. Los pintores y los músicos también hablan de sí mismos, pero lo hacen con un lenguaje mucho menos crudo que nosotros. No, señor, los escritores son obscenos; si no lo fueran, serían contables, conductores de tren, telefonistas, serían gente respetable."
(Higiene del asesino, Amélie Nothomb)

"Son los lectores-rana. Constituyen la inmensa mayoría de los lectores humanos y, sin embargo, no descubrí su existencia hasta muy tarde. Soy tan ingenuo. Creía que todo el mundo leía como yo; yo leo igual que como: no significa únicamente que lo necesito, significa sobre todo que entra dentro de mis cálculos y que los modifica. Uno no es el mismo si ha comido morcilla que si ha comido caviar; uno tampoco es el mismo si acaba de leer a Kant (Dios me preserve de hacerlo) o a Queneau. Por supuesto cuando digo “uno” debería decir “yo y algunos más”, ya que la mayoría de gente emerge de Proust o de Simenon sin inmutarse, sin haber perdido ni un ápice de lo que eran antes y sin haber adquirido un ápice de más. Han leído, eso es todo: en el mejor de los casos, saben “de qué se trata”.
(…)
Uno nunca es el mismo después de leer un libro, aunque sea del modesto Léo Malet: un Léo Malet le cambia a uno. Después de leer a Léo Malet , uno ya no mira a las chicas con impermeable como las miraba antes."

(Higiene del asesino, Amélie Nothomb)

"Yo nunca insulto, caballero, diagnostico."
(Higiene del asesino, Amélie Nothomb)

"Un hombre horrible entra y se mira al espejo.
-¿Por qué se mira usted al espejo, si sólo puede verse en él con desagrado?
Y el hombre horrible me contesta: “Caballero, en virtud de los inmortales principios del 89, todos los hombres son iguales en derechos; por consiguiente, tengo derecho a mirarme; con agrado o sin él, eso es algo que sólo compete a mi conciencia”.
En nombre del sentido común, sin duda yo tenía razón, pero desde el punto de vista de la ley, a él no le faltaba.
"
(El espejo (Spleen de París), Charles Baudelaire)

"Una piedra de buen tamaño, que relucía desnuda lavada por la lluvia, se hallaba una vez en un lugar elevado, rodeada de flores de muchos colores, en el borde de un huerto que daba a un camino pedregoso. Después de mirar durante largo rato a las piedras del camino, sintió el deseo de dejarse caer entre ellas. “Qué hago yo aquí entre las plantas- se preguntó -. Debería de estar ahí abajo, con las de mi clase”. De modo que rodó hasta el fondo del terraplén y se unió a los demás. Pero las ruedas de los carros, los cascos de los caballos y los pies de los minantes no tardaron en reducirla a un estado de continua aflicción. Todo pasaba por encima de ella o la golpeaba. A veces, al verse sucia de barro o de excrementos de animales, alzaba la vista un poco – en vano – hacia el lugar que había abandonado: aquel lugar de soledad y plácida felicidad. Eso es lo que le seduce a todo aquel que decide abandonar la vida solitaria y contemplativa, para descender junto a gentes de infinita perversidad"
(Códice Atlanticus, Leonardo da Vinci)