miércoles, 7 de mayo de 2008

La noche de los cristales rotos

Mientras bajaba las escaleras ya sentía que algo era diferente, que las percepciones que recibía tenían un matiz distinto a las de cada mañana: quizás más intensidad en la luz, quizás tonos más bajos en los sonidos … la duda acerca de los motivos de esos imprecisos cambios iba de la mano con la certeza de descubrirlos en cuanto saliera a la calle … y así fue.
En cuanto vi la calle descubrí un enorme manto de un blanco claro, casi transparente, que cubría el suelo por completo, los coches aparcados aparecían cubiertos totalmente por una gruesa capa del mismo color, al alzar la vista descubrí todos los balcones rebosantes de espesas capas de lo que se me antojó, en la primera ojeada, como granizo. Me quedé aturdido por la intensidad de aquella granizada, aturdimiento que se transformó en seguida en emoción, en una ilusión casi infantil por poder contemplar el paisaje gris y repetitivo de cada mañana transformado en un decorado casi mágico por efecto de un fenómeno metereológico inusual por estas latitudes.
El inicial aturdimiento y la posterior emoción dejaron paso, en cuanto pisé aquel espeso manto por primera vez, a la preocupación y, por qué no, a un más que notable temor, el que se siente ante una situación inesperada por inimaginable. Aquella pisada me devolvió una sensación que no es la que esperaba recibir, noté el suelo más duro e inestable de lo que creía, pero fue el sonido de la pisada lo que me desconcertó, sonó a crepitar de cristales, percibí aquel terreno como un grueso manto de vidrio despedazado, de quizás diez centímetros de espesor. Me agaché, intrigado, para verlo de cerca y, antes de comprobar la textura con mis manos, ya había confirmado que, efectivamente, aquello que cubría toda la calle, los coches, los balcones, y todo aquello a lo que mi vista alcanzaba eran pequeños cristales, millones de ellos, formando un paisaje tan hermoso como desconcertante.
No veía a nadie por la calle; podía escuchar el sonido de las televisiones en las casas, no entendía lo que decían pero era capaz de distinguir los inconfundibles tonos de los informativos de urgencia … los vecinos que ya habían descubierto aquel inédito amanecer atendían a las noticias que daban los medios informativos buscando una explicación que les tranquilizara.
Como no tenía televisión decidí caminar hasta la esquina, para comprobar si aquel paisaje se repetía en la plaza y en las calles adyacentes. Mientras caminaba lentamente para evitar resbalar, recordé el sonido que había escuchado aquella noche, mientras dormía, primero pensé que era el ruido del camión que descarga el contenedor de reciclaje de vidrio, como si hubiera vaciado durante la noche su contenido, pero, pese a que el sonido me había parecido muy similar no lo fue la duración, se prolongó tanto como si hubiera descargado un enorme contenedor del tamaño de toda la manzana … en aquel momento y en un estado más cercano al sueño que a la vigilia pensé que era algo relacionado con lo que estuviera soñando … ahora, al caminar sobre millones de cristales comprendí que no fue así, que aquello que había producido aquel fenómeno es lo que había generado aquel ruido tan intenso durante la noche.
Al llegar a la esquina y girar hacia la plaza, el paisaje se me apareció aun más impresionante: el ancho parque bajo una enorme alfombra casi transparente, los columpios y los toboganes cubiertos de cristales, las ramas de los cedros dobladas, apenas capaces de soportar el peso que las cubría, dejaban caer de vez en cuando cierta cantidad de cristales haciendo sonar una especie de brindis cuando llegaban al suelo. De tan aturdido como estaba con aquel espectáculo apenas reparé que había llegado junto a un anciano que, sentado en un banco (casi indemne de la tormenta de cristales debido a la protección de un árbol) escuchaba las noticias en un viejo transistor, al verme lo separó de su oreja para que pudiera escuchar lo que decían; en seguida distinguí el acento arrastrado del presidente americano, solapado por la voz aséptica, excesivamente profesional, de un traductor probablemente contratado a marchas forzadas: “ … de tranquilidad a la población. Nos encontramos ante un fenómeno metereológico inédito en la historia de la humanidad … es pronto para dar detalles, pero queremos decirles a todos ustedes que ha sido un fenómeno puntual y pasajero que ha afectado a prácticamente todo el hemisferio norte del planeta. Repito, que no podemos darles detalles aún, pero podemos afirmar que, probablemente un cometa, o ‘algo’ parecido a un cometa ha rozado las capas más altas de la atmósfera … a tal velocidad que no ha sido posible prever su llegada y, probablemente con una temperatura interior tan extremadamente baja que en su contacto con la atmósfera ha producido un efecto de cristalización instantánea provocando esta ‘tormenta’ que a todos nos ha sorprendido. Les daremos más detalles en una hora, pero, sobretodo mantengan la calma y sepan que el fenómeno ya ha pasado y no tendrá más consecuencias que las que ya se han producido. Gracias por su comprensión. Dios bend…’ .. el sonido del transistor fue bajando hasta escuchar el click de apagado. El anciano se levantó, y, mientras recogía su bastón me dijo:
- ¿Usted se cree algo de esa explicación?
- Nada – le respondí con sinceridad.
- Un cometa – sonrió – y ¡helado! … Es ridículo
Empezó a alejarse con pasos cortos que hacían crepitar los pequeños cristales aplastados.
- ¿Qué cree usted que ha pasado realmente? – le pregunté
Se paró pensando la respuesta, se giró y me dijo:
- ¿Que qué creo que ha pasado? … Yo lo que creo es que el de ahí arriba esta vez se ha enfadado de verdad … y con razón, vaya que sí … y que ha destrozado de un puñetazo la urna con la que nos protegía … ¿sabe joven?, lo sorprendente es que haya tardado tanto en hacerlo - se giró de nuevo y reinició su marcha, mientras se alejaba y hablando más para sí mismo que para mi continuó: – afortunadamente no me queda mucho tiempo para vivir lo que vendrá ahora … sí, ahora ya estamos definitivamente desprotegidos …
Sonreí mientras le veía alejarse, al cabo de un rato continué mi paseo por aquel desconcertante entorno; pensativo, le daba vueltas a lo que había escuchado, vistas las dos opciones que se me proponían, concluí que la mejor alternativa era creer en que realmente continuaba en mi sueño.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

“La gente tiene la costumbre de preguntar: “¿Cuál es el tema de su relato?”. Y esperan que les ofrezcas una declaración: “El tema de mi relato es la presión económica de la máquina sobre la clase obrera”, o algún absurdo por el estilo. Y cuando tienen una declaración como ésa, se van felices, con la sensación de que ya no necesitan leer el relato.”
(Misterio y maneras, Flannery O´Connor)
Bueno, oye, creo que no voy a preguntar.

Me hizo acordar de un tipo que decía algo como esto:
"Lugar común-verdad: que el hombre, en cualquier situación que se encuentre, se encuentra solo. Ver Wittgenstein, caja con el escarabajo: no es necesario, si nadie lo ve, que haya un escarabajo adentro. Eso vale también para dios."
Va un un breve relato de éste olvidado señor:
“Harux y Harix han decidido no levantarse más de la cama: se aman locamente, y no pueden alejarse el uno del otro más de sesenta, setenta centímetros. Así que lo mejor es quedarse en la cama, lejos de los llamados del mundo. Está todavía el teléfono, en la mesa de luz, que a veces suena interrumpiendo sus abrazos: son los parientes que llaman para saber si todo anda bien: Pero también estas llamadas telefónicas familiares se hacen cada vez más raras y lacónicas. Los amantes se levantan solamente para ir al baño, y no siempre; la cama está toda desarreglada, las sábanas gastadas, pero ellos no se dan cuenta, cada uno inmerso en la ola azul de los ojos del otro, sus miembros místicamente entrelazados.
La primera semana se alimentaron de galletitas, de las que se habían provisto abundantemente. Como se terminaron las galletitas, ahora se comen entre ellos. Anestesiados por el deseo, se arrancan grandes pedazos de carne con los dientes, entre dos besos se devoran la nariz o el dedo meñique, se beben el uno al otro la sangre; después, saciados, hacen de nuevo el amor, como pueden, y se duermen para volver a comenzar cuando se despiertan. Han perdido la cuenta de los días y de las horas. No son lindos de ver, eso es cierto, ensangrentados, descuartizados, pegajosos; pero su amor está más allá de las convenciones.”
(El libro de los monstruos, J.R.Wilcock)
Te mando un saludo.

noesmivida@hotmail.com dijo...

ese relato de Wilcock ... es llevar al pie de la letra el lenguaje habitual entre los enamorados ... se supone que el quedarnos en el lenguaje es lo que nos diferencia de los monstruos.

Toy folloso dijo...

La sinrazón nos va a dejar definitivamente desprotegidos.
Acaba de empezar...

Anónimo dijo...

Sí, tienes razón. Aunque a este relato específico Wilcock le puso el nombre de "Los amantes", y pertenece al libro "El estereoscopio de los solitarios".

Este texto (el que sigue), sí, pertenece a "El libro de los monstruos" que también es del amigo J.R.Wilcock (la equivocación fue mía. Y por favor, sepan disculpar si tienen un amigo crítico literario. No quiero herir susceptibilidades...en fin):

"Berlo Zenobi"

El crítico literario Berlo Zenobi es una masa de gusanos, un amasijo de forma indefinida, aunque se supone que en su interior debe haber alguna estructura que lo sostiene: ¿cómo harían si no para mantenerse juntos todos esos gusanos? La naturaleza de éstos es, como se sabe, centrípeta, a menos que la maraña a la que están unidos sea ella misma su fuente de alimento. Desde el punto de vista zoológico estos gusanos son nematelmintos, más exactamente de la especie Ascaris lumbricoides, de quince a veinticinco centímetros de largo; tienen el cuerpo cilíndrico, de color rosa ebúrneo, aguzado en los dos extremos; normalmente el macho es más pequeño que la hembra.
La pregunta que con más frecuencia se les ocurre a los lectores de Zenobi, quien además es director de la página cultural de un importante matutino, es la siguiente: ¿estos gusanos son siempre los mismos, o se renuevan? Es más plausible que las ascárides en cuestión se reproduzcan y sean continuamente sustituidas por ascárides nuevas, considerando que ya van veintidós años que Zenobi tiene la misma sección de crítica en el mismo diario, y ningún gusano resiste tanto.
Por otra parte, se sabe que dondequiera que vaya el crítico Zenobi deja siempre a su paso algún nematelminto muerto, sobre las sillas o los almohadones. En ocasión de la entrega de los premios literarios más importantes, la bola de gusanos parece adquirir vida nueva, no por nada su lema es: “Apremiando premio y premiando apremio”. Es además asesor de las mejores editoriales y se murmura que cobra no menos de diecisiete sueldos diferentes, todos correspondientes a asesoramientos literarios, incluso televisivos: pero, por otra parte, es cierto que los gusanos parasitarios consumen enormes cantidades de alimento."

noesmivida@hotmail.com dijo...

puf .. no está mal el 'retrato' del personaje... me acordé de G. Steiner sobre los críticos literarios:
"Al mirar atrás, el crítico ve la sombra de un eunuco. ¿Quién sería crítico si pudiera ser escritor? ¿Quién se preocuparía en calar al máximo en Dostoievski si pudiera forjar un centímetro de los Karamazov, o reprobaría la altanería de Lawrence si pudiera dar forma al huracán de El arco iris?"

Sirena Varada dijo...

Es la segunda vez que vengo a leer este cuento. Cada vez me parece distinto y me marcho desconcertada y pensativa... y mi única alternativa es sonreír.

Un saludo

Madame X dijo...

Un escalofrío. Eso es lo que he sentido.

Aunque me encantan tus fragmentos de autores, lo que realmente espero siempre encontrar es un relato tuyo, precisamente por esa sensación que deja: de incertidumbre, de estímulo. Lo lees y sigues pensando en la idea que subyace largo tiempo. Con éste, has hundido el dedo en la herida. Magnífico y perverso.

Un abrazo.