El 30 de noviembre se cumplen 105 años de la muerte de Oscar Wilde. Murió en París en 1900, pero realmente empezó a morir 5 años antes cuando comenzó el juicio contra el padre de su amante por difamación que posteriormente daría un giro radical dando lugar a los dos juicios contra Oscar Wilde que le llevarían a la cárcel. En The Trials of Oscar Wilde hay amplísima información sobre esos juicios. Lo que sigue es un relato de Douglas O. Linder sobre los procesos contra Wilde (la traducción es mía así que se ha de considerar "aproximada"):

Los hechos que llevarían a Wilde a Old Bailey empezaron 4 años antes, en el verano de 1891 cuando Wilde, que entonces tenía 38 años, conoció a un prometedor poeta de 22 llamado Lord

El primer problema serio para Wilde en su relación con Douglas vino cuando éste, todavía estudiante en Oxford, regaló un viejo abrigo a un amigo muy pobre llamado Wood. Wood descubrió en un bolsillo cartas escritas por Wilde a su amigo. Wood consiguió de Wilde 35 libras a cambio de devolverle las comprometedoras cartas. Wilde posteriormente explicó ese dinero como un regalo para que Wood comenzara una nueva vida en América. Otros dos chantajistas recibieron menores cantidades de dinero por devolver el resto de cartas.
La perdición de Wilde no fueron los chantajistas sino el padre de Alfred Douglas, John Sholto Douglas, el Marqués de Queensberry. Queensberry era un arrogante, malhumorado, excéntrico y quizás incluso desequilibrado mental, noble escocés cuyo mayor logro había sido desarrollar y promover reglas para el boxeo amateur (Normas Queensberry). Queensberry estaba

A principios de 1894 Queensberry llegó a la conclusión que Wilde era muy probablemente homosexual y empezó a exigir a su hijo que dejara de verle. En abril escribió: "Tú intimidad con este Wilde debe cesar o te repudiaré y dejaré de darte dinero". "No voy a entrar a analizar esas relaciones íntimas, y no haré cargos sobre ella; pero para mí hacerse pasar por algo es tan malo como serlo". Douglas le respondió en un telegrama: "Vaya un divertido hombrecillo que eres".
Queensberry empezó poco a poco a tomar medidas desesperadas para finalizar la relación. Amenazó con palizas a gerentes de restaurantes y hoteles si descubría a Wilde y a su hijo en sus locales. En junio de 1894, Queensberry acompañado por un campeón de boxeo, apareció sin avisar en la casa de Wilde en Chelsea. Se produjo una fuerte discusión que finalizó cuando Wilde ordenó a Queensberry que se fuera diciendo: "No conozco las normas Queensberry, pero la norma de Oscar Wilde es disparar a matar".
Las posteriores cartas de Queensberry a su hijo, a quien había dejado de dar dinero, fueron creciendo en acritud. "Tú, reptil", escribió, "tú no eres mi hijo y nunca pensé que lo fueras". Douglas contestó: "Si O.W. te llevara a los tribunales por difamación, te pasarías siete años en la cárcel."
El 14 de febrero de 1895, la nueva obra de Wilde "La importancia de llamarse Ernesto" iba a ser estrenada en el St James Theatre. Wilde supo que Queensberry planeaba interrumpir la noche del estreno y arengar al público sobre el presunto decadente estilo de vida de Wilde. Wilde consiguió rodear el teatro de policías. Viendo que su plan estaba siendo obstaculizado, Queensberry rondó cerca de 3 horas alrededor del teatro antes de marcharse finalmente "parloteando".
Cuatro días después en el Albermale Club (club al que pertenecían Wilde y su esposa), Queensberry dio una carta a uno de los porteros. "Da esto a Oscar Wilde" le dijo. En el sobre había escrito: "Para Oscar Wilde interpretando a un sodomita". Dos semanas después Wilde apareció por el club y se le entregó la carta con el ofensivo mensaje. Al volver al hotel Avondale, Wilde escribió a Douglas pidiéndole que viniera a verle. "No veo ahora más opción que un juicio criminal", escribió Wilde. "Toda mi vida parece arruinada por este hombre. La torre de marfil es asediada por la estupidez. En la arena mi vida desgarrada. No sé que hacer".
El día siguiente, Wilde, Douglas, y otro viejo amigo llamado Robert Ross, fueron a ver a un abogado, Travers Humpreys. Humphreys preguntó directamente a Wilde si había algo de cierto en las alegaciones de Queensberry. Wilde lo negó. Humphreys pidió una orden de arresto para Queensberry. El 2 de marzo, la policía le arrestó en la comisaría de Vine Street por difamación
Travers Humphreys pidió a Edward Clarke, una destacada figura en los tribunales londinenses, el llevar el caso de Wilde.

Una semana antes de que el juicio comenzara en Old Bailey, Wilde regresó a Londres, donde numerosos amigos cercanos le aconsejaron que retirara el pleito por difamaciones. George Bernhard Shaw y Frank Harris, dos conocidos amigos de Wilde del mundo literario, rogaron a Wilde que huyera del país y continuara escribiendo, posiblemente en la más tolerante Francia. Douglas, también presente en la comida con Shaw y Harris, objetó: "El que le digáis que huya demuestra que no sois amigos de Oscar". Wilde le dio la razón "No demostráis ser mis amigos", saliendo del restaurante con Douglas.
En abril de 1895, el primer juicio de Wilde (en este caso con Wilde en la acusación) empezó en Old Bailey. Queensberry llevaba ropa de caza azul, sólo en el estrado, sombrero en la mano, frente al banquillo de los acusados. Wilde con un elegante abrigo, con una flor en el ojal, charlando con su abogado. Mientras, en otra habitación del edificio, un grupo de jóvenes, reunidos por Queensberry para reforzar sus cargos, ríen y fuman.
Sir Edward Clarke pronunció la declaración inicial de la acusación. El discurso de Clarke impresionó incluso a Edward Carson, abogado de Queensberry, quien dijo "En mi vida había escuchado algo parecido". Leyó una de las cartas de Wilde a Douglas que sugería la existencia de una relación homosexual. Clarke admitió que la carta "puede parecer extravagante a aquellos habituados a leer correspondencia comercial," pero dijo que debía recordarse que Wilde era un poeta, y que la carta debía ser leída como "la expresión de un verdadero sentimiento poético, y sin ninguna relación con las odiosas y repulsivas insinuaciones puestas en el alegato de este caso".
Después del breve testimonio de Sidney Wright, el portero del Albermale Club, Wilde subió al estrado. Empezó mintiendo sobre su edad, que dijo era 39 (tenía realmente 41). Bajo el interrogatorio de Clarke, Wilde, con una cómoda confianza, describió sus anteriores encuentros con Queensberry y el acoso al que le sometió. A la pregunta final de Clarke, "¿Hay alguna verdad en las acusaciones de Queensberry?", Wilde contestó: "No existe la verdad en ninguna de ellas".
Después de la comida, Edward Carson (rival de Wilde desde sus días en el Trinity College en Dublín)

Cuando Carson empezó a interrogar a Wilde acerca de sus relaciones con chicos jóvenes, Wilde empezó a sentirse notablemente incómodo. El jurado parecía asombrado cuando Carson aportó pruebas, desde elegante ropa a bastones de empuñadura de plata que Wilde admitió regalaba a sus compañeros. Los destinatarios de los obsequios no eran, en palabras de Carson, "intelectuales", sino repartidores de periódicos, ayudantes de cámara, o parados (en algunos casos, casi analfabetos). Wilde intentó explicarlo: "No reconozco distinciones sociales de ningún tipo, y para mí la juventud, el mero hecho de la juventud, es tan maravillosa que antes hablaría media hora con un joven que estaría – bien- interrogado en un juzgado". Después de esta segura respuesta, Carson preguntó sobre un joven, de 16 años cuando Wilde lo conoció, llamado Walter Grainger. ¿Lo besó Wilde? "¡Oh, vaya! ¡No!" contestó Wilde, "Era un chico peculiarmente poco atractivo". Carson dirigió la atención hacia su víctima. ¿Era esa la razón por la que no lo había besado?, ¿Por qué mencionó su fealdad?, "¿Por qué?, ¿Por qué?, ¿Por qué añadió eso?" Carson le exigía que respondiera.
Por la tarde la acusación cerró su turno sin más testigos, a pesar de que se esperaba que Lord Alfred Douglas fuera llamado a testificar. Ningún testimonio que Douglas pudiera dar, por muy convincente que fuera, podía salvar el caso Wilde.
Cuando Carson anunció, en su discurso inicial en defensa de Queensberry, que tenía la intención de llamar a testificar a una procesión de chicos jóvenes con quienes Wilde había mantenido relaciones sexuales, el ambiente se tornó tenso en el juzgado. Edward Clarke entendió que su cliente estaba en un serio peligro. Una ley de 1895, convertía en criminal a cualquier persona que hubiera cometido un acto de "flagrante indecencia". La ley había sido interpretada para criminalizar cualquier forma de actividad sexual entre personas del mismo sexo.
Esa noche, después del juicio, Edward Clarke se reunió con su famoso cliente. "Cuando vi al Sr. Wilde", Clarke recordó más tarde, " le dije que era casi imposible en vistas de las circunstancias, inducir a un jurado a condenar por ofensas a un padre que estaba intentando salvar a su hijo de lo que ellos creían era un compañero malvado". Clarke instó a Wilde a retirar la acusación. Wilde estuvo de acuerdo y a la mañana siguiente Clarke anunció la retirada de la acusación por difamación.

Wilde, no obstante, había caído en "un patético estado de indecisión." Reunido con Douglas y su viejo amigo Robert Ross en el Cadogan Hotel volvió en sí y dudó entre quedarse o huir hasta que dijo "El tren se ha ido, Es demasiado tarde." Cuando Wilde supo, a través de un periodista, que su orden de arresto se había publicado su cara se entristeció. Se sentó tranquilamente en su silla, bebiendo copa tras copa. Enseguida el nombre de Wilde se quitó de los anuncios del St, James Theatre, donde La importancia de llamarse Ernesto aún estaba en cartel.
El primer juicio criminal contra Oscar Wilde se abrió en Old Bailey el 26 de abril de 1895. Wilde y Alfred Taylor, su presunto proxeneta, hicieron frente a 25 cargos de graves indecencias y de conspiración para cometerlas. Un desfile de jóvenes testigos de la acusación testificaron acerca de su papel ayudando a Wilde a satisfacer sus fantasías sexuales. A pesar de que Wilde no fue acusado de sodomía, había pocas dudas al final del juicio que debería haberlo sido. Casi todos ellos expresaron su vergüenza y remordimientos sobre sus acciones. (Más tarde Wilde comparó esos encuentros con "fiestas con panteras". Wilde escribió que "El peligro era la mitad de la excitación"). El cuarto día del juicio Wilde subió al estrado. Su arrogancia del primer juicio había desaparecido. Respondió preguntas tranquilamente, negando todas las alegaciones de comportamiento indecente. El momento más memorable del juicio vino en la respuesta de Wilde a una pregunta sobre el significado de una frase en un poema de Lord Alfred Douglas. El abogado Charles Gill preguntó, "¿Cuál es el "amor que no se atreve a decir su nombre?". La respuesta de Wilde levantó sonoros aplausos y unos pocos silbidos:
"’El Amor que no se atreve a decir su nombre’, en este siglo, es parecido al intenso cariño de un adulto por un joven, como fue entre David y Jonathan, como Platón hizo la base de su filosofía, y como encuentras en los sonetos de Miguel Angel y Shakespeare. Es ese cariño profundo y espiritual que es tan puro como perfecto. Dicta e impregna grandes obras de arte como las de Shakespeare o Miguel Angel, y esas dos cartas mías. Es mal interpretado en este siglo, tan mal interpretado que tiene que ser descrito como ‘el Amor que no puede decir su nombre" y a causa de él estoy aquí ahora. Es hermoso es magnífico, es la forma más noble de cariño. No hay nada innatural en él. Es intelectual, y repetidas veces existe entre un adulto y un joven, cuando el adulto tiene intelecto y el joven tiene toda la alegría, esperanza y glamour ante él. Eso sería lo que el mundo no entiende. El mundo se burla de él y a veces pone a alguno en la picota".
Clarke continuó pidiendo al jurado que "satisficieran las miles de esperanzas que dependían de su decisión" y "limpiaran de esas imputaciones a uno de los más renombrados y expertos hombres de letras de nuestro tiempo, limpiando con ello a la sociedad de una lacra". El discurso final de Clarke hizo llorar a Wilde quien garabateó una nota de agradecimiento que pasó a su abogado.
El jurado deliberó durante más de 3 horas concluyendo que no podían dictaminar un veredicto de la mayoría de los cargos (el jurado absolvió a Wilde de los cargos relacionados con Frederick Atkins, uno de los jóvenes con quien se le acusaba de haber estado involucrado en graves indecencias). El 7 de mayo, Wilde obtuvo tres semanas de libertad bajo fianza antes de que comenzara su segundo juicio.
El gobierno liberal determinó hacer todo lo posible para asegurar una condena en el segundo juicio de Wilde. Hay muchas especulaciones sobre la agresiva posición del gobierno en el caso Wilde.

El segundo juicio contra Wilde fue dirigido por el subfiscal de la Corona Frank Lockwood. A pesar que se pareció mucho al primer juicio, en éste se abandonaron los testimonios menos convincentes, centrándose en los principales.
Lockwood tuvo el último turno de palabra en el juicio y la utilizó para describir lo que Wilde vería como una "horripilante denuncia". Después de 3 horas de deliberación el jurado volvió con su sentencia: culpable de todos los cargos excepto los relacionados con Edward Shelley. Wilde se tambaleó ligeramente en el banquillo de los acusados con semblante triste.
Los juicios contra Wilde provocaron que las actitudes públicas hacia los homosexuales se volvieran más severas y menos tolerantes. Mientras que antes de los juicios había cierta compasión por los homosexuales, después de los procesos fueron vistos como amenazas. Pero tuvo otras consecuencias. Provocaron que el público empezara a asociar arte y erotismo homosexual; mismas relaciones sexuales vistas como inocentes antes de los juicios se tornaron sospechosas después. Gente con parecidas relaciones aumentaron su ansiedad, preocupados de hacer nada que pudiera parecer improcedente.
Wilde pasó dos años en prisión, los últimos dieciocho meses en Reading Coal. Quedó escarmentado y en la bancarrota pero no amargado. Dijo a un amigo que se "había beneficiado mucho" de su estancia en prisión y dijo estar "avergonzado de haber llevado una vida indigna de un artista.". En su De Profundis que Wilde escribió en prisión, dice: "Me convertí en un derrochador de mi genio y malgastar una eterna juventud me produjo una extraña alegría".
Después de ser puesto en libertad, Wilde viajó a Europa. Murió el 30 de noviembre de 1900 en París.

Constance (la mujer de Wilde) y uno de sus dos hijos, Cyril en 1889.