domingo, 27 de mayo de 2007

Una sonrisa

Aunque han pasado ya dos meses, recuerdo aquel día perfectamente. Cualquier hora o minuto de aquel infausto lunes puede ser rememorado por mí hasta el más ínfimo detalle. Recuerdo salir de casa y saludar a la vecina que entraba justo en aquel momento, como cada día, con su periódico y la barra del pan bajo el brazo. Recuerdo los 8 minutos 53 segundos que estuve en la cafetería desayunando, repitiendo la invariable rutina de los días laborables. Ya entonces notaba una extraña sensación que sólo podía describir como inquietante, precisamente porque era lo único que podía decir de ella, ya que no sabía ni definirla ni tampoco explicar su causa. La sensación se acentuó al entrar en el metro, buscar un hueco en el vagón y comenzar el tránsito de 23 minutos 17 segundos hasta mi destino. ¿Qué era lo que me provocaba aquella inquietud? Incapaz de concentrarme en la lectura, reflexionaba sobre la posible causa de mi anormal estado; miraba a mi alrededor y no veía más que las mismas imágenes de cada día, los mismos sonidos, los mismos colores,… Salí casi a la carrera hacia la calle, empujando a varias personas, buscando la luz y el aire, convencido de que se trataba de algún tipo de episodio claustrofóbico. De hecho deseaba que así fuera, de ello me quería convencer a fin de encontrar una explicación, aunque fuera poco convincente, para justificar mi angustia.
Al salir a la calle, la inquietud no sólo permanecía, sino que parecía multiplicarse. Miraba alrededor, contemplaba detalles, examinaba el cielo buscando algún fenómeno meteorológico especial, me miraba los brazos y las piernas buscando alguna señal de algo anormal, diferente, … pero nada, absolutamente nada, todo era aparentemente normal, excepto mi angustia, mi injustificada inquietud.
Dirigirme a la oficina, subir en el ascensor, saludar a los compañeros y ocupar mi mesa no cambió en nada mis sensaciones, de hecho las confirmó. Sentado en mi mesa, miraba alrededor, observando a mis compañeros, buscando aquello que se salía de lo habitual … necesité casi 5 minutos pero lo encontré, ¿cómo se me podía haber pasado por alto?, sí, no había duda, de eso se trataba: ¡todos sonreían!.
Los observaba con una mezcla de asombro e incredulidad; todos sonreían de una forma aparentemente franca, afable, sencilla … No había risas, ni carcajadas, ni gestos fuera de lo normal excepto esa limpia sonrisa permanente en el rostro de todos y cada uno de ellos, como lo estaba, entonces me di cuenta, en el rostro de mi vecina, de la camarera de la cafetería y del resto de personas que tomaban su café matutino, en el de todas y cada una de las personas que había visto en el metro, incluyendo a aquellas a quien en mi carrera hacia el exterior había pisado y empujado. El hecho de haber descubierto el motivo de mi inquietud no hizo que esta desapareciera, acaso lo hizo unos segundos para luego volver multiplicada: aquello no era en absoluto normal, ojalá fuera un sueño, pensaba. Tenía que encontrar la explicación:



- ¡Rafa!- me dirigí a uno de mis compañeros - ¿Por qué sonríes?
- ¿Qué?, ¿qué hablas?, para sonreír estoy yo un lunes por la mañana.



Su respuesta apareció en un tono molesto pero rodeada en todo momento por esa contagiosa sonrisa. Me levanté y me dirigí a la cafetería de la oficina, donde me encontré a cuatro compañeros comentando el fin de semana ya consumido.



- ¡Buenos días a todos! – saludé – ¿Qué es lo que me he perdido? ¿Por qué estáis todos sonriendo?



Se miraron entre ellos manteniendo sus sonrisas, pero en sus miradas se traducía la sorpresa por mi comentario.



- ¿Sonriendo?, ¿es alguna broma o algún chiste?
- Ehh … Sí, un .. un chiste, pero olvidé como sigue.
- Estás bien, tu también. Anda, vamos a trabajar.



Se marcharon todos, sonrientes, hacia sus mesas. No entendía nada, pensaba en una broma que toda la oficina me hubiera preparado pero, obviamente, nunca mi vecina ni la gente del metro podrían estar involucrados. De repente, una horrible certeza me vino a la mente, temblando corrí hacia el lavabo para mirarme al espejo y confirmarla … efectivamente, el espejo me devolvía una mirada angustiosa, aterrorizada … sobre un rostro sonriente. Quedé observando , petrificado, aquella expresión que no era la mía, como tampoco podía ser la de todas las personas que durante el día me había cruzado. Sudaba y temblaba todo mi cuerpo … ¿de quién era esa sonrisa que me devolvía el espejo?, ¿de quiénes eran todas esas sonrisas que se me aparecían por todas partes?
El pánico me paralizó. Al cabo de unos minutos entró un compañero que preocupado me preguntaba, sin perder su sonrisa, qué me ocurría. Yo estaba sentado en un rincón del baño, inmóvil, incapaz de atreverme a mover un músculo, de ponerme a la altura de aquel espejo y de nuevo ver esa horrible sonrisa en mi cara.
Vinieron más compañeros que discutieron, sonrientes, sobre qué me podía ocurrir hasta que decidieron, sin perder la sonrisa, llamar a una ambulancia. Me llevaron a urgencias del Hospital Clínic, me atendieron varios médicos que no perdieron la sonrisa en ningún momento, me hicieron radiografías, TACs, y todo tipo de pruebas. Dos días después el Dr. Sancha vino a mi habitación y me lo explicó, con esa estúpida sonrisa en su rostro, me contó lo del síndrome de Merken-Hagen, lo de que sólo se conocían tres casos en toda la historia (aunque los anteriores se consideraban casi leyendas porque se produjeron hace varios siglos y no había pruebas “fehacientes”), y, sin perder por un momento la sonrisa, pero, eso sí, con un tono tan bajo que apenas pude escucharle lo de que me quedaban entre dos y tres meses de vida.



- Eso es lo que le hace sonreír, – le dije – el poder experimentar directamente con un caso tan raro, ¿verdad? Seguro que será la estrella de todos los congresos médicos a los que vaya.



Le odio, como odio a mis antiguos amigos y a mis familiares que me venían a visitar hasta que les prohibí que lo hicieran: todos sonrientes y satisfechos pese a que sus falsas palabras querían expresar tristeza y dolor. Pero no, su cara hablaba por ellos, sonreían inevitablemente sabiendo que podrían explicar a sus parejas y a sus amigos que conocían a ese tipo raro del que se hablaba en la prensa. Como la cara de los doctores y enfermeras que me atienden en este odioso hospital: todos sonrientes y emocionados de poder tratar a un caso tan extraño. Falsos. Los maldigo a todos. Me están matando, lo sé, puedo ver mi cuerpo que se consume día a día … pero también puedo ver en el espejo como mi gesto se mantiene sonriente, no conseguirán quitarme la sonrisa jamás. Sé que todos me quieren ver muerto, pero no les obsequiaré con ninguna lágrima, con ningún gesto de tristeza. Pienso sonreír hasta el día de mi muerte, y aun lo haré después, cuando contemple como esa estúpida sonrisa desaparece de sus rostros cuando vean que mi cadáver les sonríe. Será la sonrisa victoriosa del ganador. Como deseo que llegue ese momento.

Frases y fragmentos ... (XXII)

... de lecturas más o menos recientes.

Sarah Bernhardt
"Existen también las tradiciones morales relacionadas con lo legendario. En ocasiones he querido, en compañía de un autor, obligar al público a volverse hacia la verdad y a destruir el aspecto legendario de ciertos personajes que la historia de hoy día nos presenta tal como fueron en la realidad. Pues bien, el público no me ha secundado. Y yo me he dado cuenta enseguida de que la leyenda triunfa por encima de la historia y de que es preferible cederle el paso. ¿Quién fue Juana de Arco? ¿la campesina robusta, la buena moza ruda sometida a las promiscuidades de su época bárbara entre los soldados que bromeaban pícaramente? No; se trataba de un ser frágil guiado por un alma divina. Un ángel invisible sostiene su brazo portador del pesado estandarte. Lo que nos interesa es la leyenda. Pues la hemos forjado según nuestra voluntad. Y es la que triunfa."
El arte del teatro. Sarah Bernhardt.

"Los moralistas, y en particular los moralistas religiosos, cubren de oprobio a los actores en general, y consideran el teatro lugar de perdición. Así, en la mayoría de las ciudades de América en que he dado representaciones en el curso de mi gira, los obispos lanzaban ex cátedra rayos destinados a reducirnos a cenizas a mis camaradas y a mí. Respecto a una prédica semejante, mi manager, el señor Henry Abbey, escribió al obispo de Chicago la siguiente carta:
'Monseñor, cuando voy a su ciudad tengo la costumbre de gastarme en publicidad cuatrocientos dólares Pero como esta vez lo ha hecho usted por mí, le envío doscientos dólares para sus pobres.Henry Abbey.'
"
El arte del teatro. Sarah Bernhardt.

"Las más grandes pintoras, Rosa Bonheur, Madeleine Lemaire, la señora Dermont-Breton, Louise Abbéma, Maud Earle, han tenido en diferentes grados un verdadero talento. Pero ni una se ha acercado a Rafael, a Leonardo da Vinci, a Rubens, a Velázquez, a Delacroix, a Edouard Detaille, a Alfred Stevens, a Bastien Lepage. En música, ni una mujer hubiera tenido oportunidad de componer una ópera antes de Augusta Holmès; Cécile Chaminade es una pianista virtuosa y compositora de gran talento: pero ninguna de estas dos mujeres se acerca a Bach, a Mozart, a Beethoven, a Wagner, a Schumann, a Gounod, a Massenet, a Saint-Saëns. En poesía, las señoras Desbordes-Valmore, Ackermann, de Noailles, Lucia Delarue-Mardrus, Rosemonde Gérard, de Régnier, Hélène Picard, Jane Catulle Mendès, tienen todas ellas un enorme talento, pero todavía están lejos de Rostand, Racine, Victor Hugo, Lamartine, Musset, Edmond Rostand, Jean Richepin y tantos otros ilustres…
Y no hablo de escultura: la verdad es que no hay ninguna mujer que sea una gran escultora. (nota: Claudel es 20 años mayor que Bernhardt)
En el teatro, por el contrario, las grandes artistas femeninas son mucho más numerosas que los hombres. Sabemos que Nerón fue un gran actor; pero Teodora fue más grande que él; Roscio era, al parecer, un actor ilustre, y el pobre pagó bien cara su celebridad.
Pero en los dos últimos siglos el número de artistas femeninas que han ilustrado la escena francesa ha sobrepasado el número de los artistas masculinos. No hay nada que oponer a la señorita Duclos, a Adrienne Lecouvreur, a Clairon, a la Champmeslé, a la señorita Georges, a la señorita Mars, a Rachel, como no sean Baron, Talma y Mounet-Sully. Y es algo que me parece absolutamente lógico.
El arte teatral me parece un arte más bien femenino; contiene en sí mismo todos los artificios correspondientes a los recursos de la mujer: el deseo de agradar, la facilidad para exteriorizar los sentimientos y disimular los defectos y la asimilación, que es la esencia misma de la mujer. Y lo que todavía da a la mujer una pequeña superioridad es que es mujer, y que sus cualidades físicas generalmente la hacen superar las cualidades físicas del hombre. Por eso nuestro arte es tan hermoso y tan completo, porque refleja todas las demás artes; nuestro arte, como digo, es un poco inferior porque no puede ejercerse sin la belleza del cuerpo o del rostro."

El arte del teatro. Sarah Bernhardt.



Sarah Bernhardt en Queen Elizabeth (1912)

"Hay cinco clases de actrices: las buenas, las malas, las regulares,
las grandes actrices y ... Sarah Bernhardt"

Mark Twain

sábado, 12 de mayo de 2007

Frases y fragmentos ... (XXI)

... de lecturas más o menos recientes.

Luigi Pirandello Jerzy Grotowski
Adolfo MarsillachOscar Wilde



"DIRECTOR.- ¡Váyamos a los hechos, señores, vayamos a los hechos! ¡Dejémonos de discursos!
PADRE.- ¡Perfecto! Pero no olvide usted que un hecho es … como un saco: si está vacío, no se mantiene en pie. Para ello, hace falta en primer lugar colmarlo de la razón y de los sentimientos que lo han determinado"
Seis personajes en busca de autor. Luigi Pirandello

"DIEGO.- (Violento a su vez, agresivo, poniéndole las manos en los hombros y mirándolo fijamente a los ojos, muy cerca de él.) ¡Sí! Si dejas que te miren de este modo.
PRESTINO.- (
Sorprendido) ¿Cómo?
DIEGO.- Así, a los ojos. ¡Así! ¡No, mírame! Así. Desnudo como estás, con todas tus miserias, con el lodo que tienes dentro de ti, igual que yo, con tus miedos, tus remordimeintos, tus contradicciones. Separa de ti esa marioneta que tu mismo te construyes con la interpretación ficticia de tus actos, de tus sentimientos: te darás cuenta enseguida que nada tiene que ver con lo que eres, con lo que puedes ser en verdad, con lo que está dentro de ti y tú desconoces; es un dios terrible, tenlo en cuenta, si te opones a él; pero enseguida se apiada de ti, de cada una de tus culpas, si te abandonas, si no intentas buscar una excusa"

Cada cual a su manera. Luigi Pirandello

"Consideramos al texto como un trampolín, no como un modelo, y esto no porque despreciemos la literatura, sino porque no es en la literatura donde se encuentra la parte credora del teatro, pese a que las grandes obras dramáticas sean para esta creación un aguijón de valor inestimable."
Teatro laboratorio. Jerzy Grotowski

"Y sin embargo …, hay algo más “natural” en el deseo de seducción de las actrices que en el imperativo de conquistar de los actores. ¿Es que la seducción y la conquista son más femeninas que masculinas? Pues sí, yo creo que sí. Las mujeres “fingen” desde niñas. (No uso el verbo fingir en su sentido peyorativo.) Se arreglan más, demuestran sus sentimientos con menos pudor, se inician en el coqueteo, aprenden a maquillarse… Tal vez esta educación exhibicionista explique el fenómeno de que, en general, las mujeres sean mejores intérpretes que los hombres"
Tan lejos, tan cerca. Adolfo Marsillach

"LORD DARLINGTON: ¡No, no me quiere!
DUMBY: Pues te felicito, chico. En este mundo hay sólo dos tragedias. Una es no conseguir lo que uno quiere, y otra, conseguirlo. Esta última es la peor, ¡esta última es una verdadera tragedia!
"
El abanico de Lady Windermere. Oscar Wilde