sábado, 24 de marzo de 2012

Frases y fragmentos ... (LXVII)

... de lecturas más o menos recientes.

   

"Los demás representan y además realizan un trabajo. El actor se limita a representar y su trabajo consiste en eso. Esto ya ha sido considerado por algunos sociólogos, que han llegado a la conclusión de que la vocación de actor es una vocación idiota, que había que ser idiota para sentirla, ya que tener vocación de hacer lo que hace todo el mundo a diario, desde que se levanta hasta que se acuesta, y lo mismo que haría él aunque no fuera actor, es una tontería. Yo no sé si es una tontería, una estupidez pero, así planteado, parece que tener esa vocación y no tener ninguna es exactamente lo mismo."
Puro teatro y algo más. Fernando Fernán Gómez

"Mi abuela no iba desencaminada, porque el oficio de cómico siempre ha tenido mala fama, varias malas famas: oficio de vagos, de horteras, de vagabundos, de libertinos. Pero, por encima de todas las otras, fama de inseguro.
Más inseguro aún, como es natural, en las épocas de crisis. Pero, aunque no existen documentos que lo demuestren, es casi seguro que cuando Tespis en su famoso carro inventó el teatro, mientras recorría los caminos de la Hélade buscando donde detenerse a echar función, murmuraba: ¡Vaya crisis teatral que hay este año!."

Puro teatro y algo más. Fernando Fernán Gómez

"Me atreví a preguntarle [a Lida Baarova] qué le había atraído de Joseph Goebbels. 'Su voz –me contestó-. En una fiesta, sin saber quién era, le oí hablar detrás de mí. Pensé: de un hombre que tiene esa voz, debo enamorarme.'
Puro teatro y algo más. Fernando Fernán Gómez.

"Delante, un rubiales de unos cuatro años gimoteaba reclamando no sabía qué, luego se tiró al suelo de golpe, aullando, temblando de rabia; su madre intercambió una mirada agotada con su marido, que intentó levantar al pequeño y vicioso crápula. Es imposible escribir una novela, le había dicho Houellebecq la víspera, por la misma razón que es imposible vivir: debido a las pesadeces que se acumulan. Y todas las teorías de la libertad, desde Gide hasta Sartre, no son sino inmoralidades concebidas por solteros irresponsables. 'Como yo', había agregado, acometiendo su tercera botella de vino chileno."
El mapa y el territorio. Michel Houellebecq

"Ay de aquel para el cual el otro haya dejado para siempre de ser un misterio, y se transforme en un libro abierto: este hombre ha muerto para el amor."
Leopolodo María Panero. (El contorno del abismo. J. Benito Fernández)

sábado, 28 de enero de 2012

Frases y fragmentos ... LXVI

... de lecturas más o menos recientes.

 

"El mundo está lleno de gente comiendo pipas. Buena parte de nuestra civilización consiste en escupir cáscaras al aire. La humanidad tiene a sus pies un montón de historia, por supuesto, pero también un montón de cáscaras de pipas."
Paseos con mi madre. Javier Pérez Andújar.

"En la sociedad barcelonesa siempre hay alguien en medio para evitar que dos personas diferentes entren en contacto. En Barcelona a la clase intermedia le da miedo que las cosas pasen. Le horripila el carnaval de la vida, le horroriza que ocurra como en la canción de Serrat y que por un día el rico y el villano, el prohombre y el gusano, bailen y se den la mano, sin importarles la facha. Para impedirlo están. Aquí la clase intermedia es impermeable, es un estorbo, y a ese estorbo le llaman país."
Paseos con mi madre. Javier Pérez Andújar.

"Camarón, que es de la bahía de Cádiz, va a morir en las montañas terrosas del hospital Can Ruti, en Badalona. También será en Barcelona, en el Molino, donde Enrique Morente dé su última actuación. Barcelona es la novia cadáver del flamenco."
Paseos con mi madre. Javier Pérez Andújar.

"¿Qué es lo que define a un hombre? ¿Cuál es la primera pregunta que se le hace a un hombre cuando quieres informarte de su estado? En algunas sociedades le preguntan primero si está casado, si tiene hijos; en las nuestras, se le pregunta en primer lugar su profesión. Lo que define ante todo al hombre occidental es el puesto que ocupa en el proceso de producción, y no su estatuto de reproductor."
El mapa y el territorio. Michel Houellebecq.

"Verá, han sido los periodistas los que me han adjudicado la fama de borracho; lo curioso es que ninguno de ellos se haya dado cuenta de que si yo bebía mucho en su presencia era solamente para poder aguantarles. ¿Cómo podrías mantener una conversación con un tarugo como Jean-Paul Marsouin sin estar prácticamente como una cuba? ¿Cómo vas a entrevistarte con alguien que trabaja para Marianne o Le Parisien liberé sin que te entren ganas de vomitar inmediatamente?"
El mapa y el territorio. Michel Houellebecq.

sábado, 14 de enero de 2012

Jorge Folch (1926-1948)

Ilustración de Ramón de Capmany en el libro Poemas (1950)

Mientras se bañaba en el estanque del
merendero sito en la, calle de Panamá, número
1, murió asfixiado el joven Jorge
Folch Rusiñol, de 21 años de edad.
Con esta escueta nota  La Vanguardia informaba el 30 de marzo de 1948 de la muerte de Jorge Folch. 
Antes de su muerte sólo había publicado un pequeño volumen de poemas titulado 'Creso Livio' en una edición privada. Dos años después de su muerte Alberto Oliart y Carlos Barral publicaron una recopilación de todos su textos en un libro llamado 'Poemas' (con notable prólogo de los propios Oliart y Barral, y con un soneto de quien consideraba maestro literario, Joaquín Montaner). En 1999 otro poeta barcelonés, Enrique Badosa, publica una antología tratando de rescatar del olvido la obra de Folch.

La personalidad de Folch fue tan interesante como su obra. De él se cuentan su interés por los cementerios, por los barrios bajos y las tabernas sórdidas, por las alcantarillas de Barcelona que visitó asiduamente durante un tiempo, por las aguas residuales, los pozos, su mitomanía y fascinación por el mundo clásico... Algunas de las personas que lo conocieron reconocen todo éso, pero también su incapacidad de discernir en las excentricidades de Folch qué parte pertenecía a la persona y qué parte al personaje (si es que realmente esa distinción puede hacerse en ningún caso).
"Folch practicaba ritos lustrales. Ofrecía a los dioses zarzas ardiendo o corría desnudo hacia el bosque próximo imitando gestos de bajorrelieve. Y es curioso que nunca nos preocupara a los otros dos [Oliart y Barral] el averiguar hasta qué punto tomaba en serio aquellos mimos".
Años de penitencia. Carlos Barral (Alianza Editorial)
A través de las memorias de Barral descubrimos a un hombre que mezcla la sensibilidad artística y el desprecio por la mediocridad de los Rusiñol y quizás, específicamente, el sarcasmo atroz y el gusto por la belleza plástica de Don Santiago; con una parte pragmática y de mentalidad científica que le transmitió su admirado padre y su también admirado hermano. En Jorge Folch se mezclaron todos estos ingredientes ... y su genio hizo el resto.

En aquella piscina (estanque, pozo o lo que fuera) de Pedralbes un hombre que no conoció la mediocridad perdió su vida y una carrera literaria probablemente brillante quedó abortada.

Vedme: tengo ajustadas las mandíbulas,
y recta la nariz entre los ojos
de acero azul. Me llamo Creso Livio;
mi padre fue pretor de Tarragona
y era romana la robusta virgen
que le dió el mediodía de su vientre
y a mí la sangre blanca de sus pechos.
Superviviente soy de la patricia
raza de los felices; de la muerte
sé nada más que es, y sólo pido,
a su llegada, un buen telón de fondo.
Hay suficientes parras en mis párpados
para dormir al sol, si me parece.
Y no falta al afán de mi colmillo
- de mujer, de caballo o de ternera -
un pedazo de carne cada día.

A los neuróticos. Jorge Folch.


Jorge Folch (archivo La Vanguardia)

domingo, 6 de noviembre de 2011

Sal con una chica que no lee (Charles Warnke) / Sal con una chica que lee (Rosemarie Urquico)


Sal con una chica que no lee (Charles Warnke)


Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.



Sal con una chica que lee (Rosemarie Urquico)


Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la sagaCrepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.


Vía.
Vía.

domingo, 23 de octubre de 2011

La violación de Lucrecia

William Shakespeare.
Teatre Lliure de Gràcia
23-10-2011

Aparece en el escenario manteniendo una conversación banal por el móvil. Son apenas 1 ó 2 minutos ... y es la única tregua que Núria Espert va a conceder al espectador.


Lo que viene luego se anuncia como un monólogo de 75 minutos, pero parece que llamar monólogo a esa intensidad teatral absoluta donde el escenario se colma de personajes (donde habla Shakespeare: y hablan Lucrecia, Tarquinio, Colatino, Bruto; y hablan el Azar, el Tiempo, la Culpa, el Amor, la Lealtad, la Furia, la Venganza, el Poder,...) es una concesión simplista al anclaje teórico.
Así que me resisto a definirlo de esa forma y tomo prestado el nombre del espacio de Marcos Ordóñez (autor de las memorias de Espert) en El País: Puro Teatro.



El escenario antes de ser desbordado por la Espert. Foto propia.

viernes, 21 de octubre de 2011